La puntuación de Bolivia se vio perjudicada por los malos resultados
obtenidos en tres de los cuatro parámetros debido al crecimiento
insignificante de sus energías renovables, una falta de
políticas de promoción de energía limpia, una subdesarrollada
cadena de valor de energía limpia, y actividad limitada para
controlar los gases de efecto invernadero.
Como principal exportador de gas natural de América del Sur, no
resulta sorprendente que Bolivia dependa de combustible para
aproximadamente el 60% de la generación eléctrica, 6.970 GWh
en 2010. Sin embargo, los renovables jugaron un papel importante
en la matriz eléctrica del país, representando el 20% de 1,6 GW de
capacidad instalada.
Bolivia tiene la tasa de electrificación más baja de América del
Sur, con solo 76% de la población con acceso a la red nacional.
El proyecto Electricidad para Vivir con Dignidad ayudó a instalar
más de 660kW de paneles solares en más de 40 municipalidades
del país.8
El país andino puntuó bien en el Parámetro II gracias a un sólido
sector de microfinanzas verdes. Seis entidades de microcrédito
verde ya ayudaron 1.500 familias, con cerca de $0,2 millones.
Sin embargo, Bolivia careció de inversiones a gran escala para
proyectos y empresas de energía limpia entre 2006 a 2011.
Los únicos compromisos para invertir en este sector vinieron de organizaciones multilaterales de desarrollo: la Comisión
Europea (cerca de $8,2 millones), el Banco Mundial ($2,6 millones)
y el Banco Interamericano de Desarrollo ($0,3 millones).
Las cadenas de valor en bajas emisiones de carbono están
subdesarrolladas, con empresas activas en solo dos subsectores
de energía de biomasa y uno relacionado con pequeñas centrales
hidroeléctricas. El país también recibió una puntuación baja por sus
esfuerzos para gestionar los gases de efecto invernadero ya que
muestra un volumen de proyectos de compensación de carbono
muy pequeño y no tiene compañías con actividades de mejora de
emisiones y eficiencia.
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