miércoles, 26 de abril de 2017

Cómo lidiar con las insensateces comerciales de EEUU

¿Cómo han de responder los socios comerciales cuando los legisladores estadounidenses dicen tonterías?

Ésa es la situación en la que se encuentran actualmente los europeos, los japoneses y los surcoreanos. Las palabras de Wilbur Ross, secretario de Comercio estadounidense, y el hombre en el que Donald Trump más confía en asuntos de política comercial, muestran que se puede ser un multimillonario y no entender cómo funciona la economía, al igual que se puede ser atleta y no entender fisiología.

Objetando las advertencias de Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), en relación con el proteccionismo, Ross declaró al Financial Times que "somos los menos proteccionistas de las principales áreas, mucho menos que Europa, que Japón, que China”. Y agregó: "También tenemos déficits comerciales con esos tres lugares. Así es que ellos hablan de libre comercio, pero en realidad lo que practican es el proteccionismo. Y cada vez que hacemos algo para defendernos, incluso contra las insignificantes obligaciones que tienen, lo llaman proteccionismo. Es una sandez".

En realidad, la sandez es lo que Ross dice. Un déficit comercial no es prueba de que un país esté abierto al comercio, sino de que está gastando más que sus ingresos o de que está invirtiendo más de lo que ahorra. Esto no es sólo un punto teórico. Una sólida evidencia lo respalda.

La Fundación Heritage, no menos, proporciona un índice de libertad económica anual, el cual incluye la "libertad comercial". Este grupo de investigación, el cual se enorgullece de ejercer una dominante influencia sobre la administración de Trump, deriva este índice de libertad comercial de los datos sobre los aranceles ponderados en términos comerciales y sobre las barreras no arancelarias. Estados Unidos muestra el índice, pues está muy lejos de tener las políticas comerciales más liberales.

Estas medidas de libertad comercial pueden combinarse con datos sobre saldos en cuenta corriente, ajustados según el tamaño de las economías (sobre esta base, el déficit de Estados Unidos fue el 98 más grande de 177 países). Como predice la teoría, no existe una relación significativa entre libertad comercial y déficits. En la medida en que existe uno, es en la dirección opuesta: entre los comerciantes liberales existe una leve tendencia a tener mayores superávits.

La idea de que la protección reducirá los déficits comerciales tiene sentido intuitivo. Sin embargo, es incorrecto porque la economía no consiste en mercados aislados: todo está relacionado con todo lo demás.

Los impuestos sobre las importaciones son también impuestos sobre las exportaciones. Si se impone protección contra las importaciones, se extraen recursos de la producción para la exportación. Si un país importa menos, debido a la protección, el incentivo para producir exportaciones (en igualdad de circunstancias) también será menor. El mecanismo por el cual esto es probable que ocurra, en el caso de Estados Unidos, será un aumento en el dólar, a medida que la demanda de importaciones cae.

Por lo tanto, la protección reduce los ratios entre el comercio y el producto interno bruto (volviendo las economías más cerradas) no los déficits comerciales.

Ahora comparemos las tasas de ahorro de las economías de altos ingresos con sus saldos en cuenta corriente (de nuevo en relación con el PIB). Como habría de esperarse, las diferencias en las tasas de ahorro nacionales representan poderosos predictores de saldos en cuenta corriente. Si nos fijamos sólo en los países de altos ingresos, encontramos que Estados Unidos no es excepcional en ningún aspecto. Es un país de relativamente bajos ahorros que, en gran medida como resultado, ha persistentemente incurrido en un déficit de cuenta corriente.

Esto ha permitido a Estados Unidos invertir más de lo que ahorra. Si desea reducir sus déficits externos, debe reducir la inversión o aumentar los ahorros. Si se desea hacer esto último, el comienzo obvio no sería reducir los impuestos, como se ha previsto, sino más bien elevarlos.

Los ‘malentendidos’ de Ross acerca de la economía del comercio están lejos de ser inofensivos. Las políticas fiscales de la administración parecen estar, sin duda, en camino de incrementar el déficit externo de Estados Unidos, por lo cual se culpará a los extranjeros.

Sus políticas comerciales no lograrán reducir los déficits comerciales de Estados Unidos, por lo cual se culpará nuevamente a los extranjeros. Estados unidos propondrá el absurdo objetivo de equilibrar el comercio bilateral en un mundo en el que el comercio mismo es multilateral. Esto también fracasará, por lo cual también se culpará a los extranjeros.

En total, la administración pudiera demoler el sistema de comercio abierto simplemente porque no sabe de lo que está hablando.

El sistema comercial ha sido la base de la prosperidad posterior a la Segunda Guerra Mundial. Este período ha sido, a su vez, el más próspero para la humanidad en toda su historia. Un excelente documento reciente del FMI, del Banco Mundial y de la Organización Mundial del Comercio (OMC) establece lo que está en juego y lo que ha de hacerse para difundir los beneficios del comercio más ampliamente.

En particular, el documento demuestra que la creación de una red de seguridad para los trabajadores y las comunidades afectados, combinada con políticas para apoyar el ajuste al cambio, es efectiva. Sin embargo, eso es precisamente lo que los republicanos pretenden debilitar. Por desgracia, eso hace de la protección la única política que se ofrece a los afectados por los cambios económicos, incluidas las importaciones.

Lo que es aterrador en relación con la agenda comercial de la administración es que logra ser irrelevante y perjudicial. Un programa pertinente se centraría en los desequilibrios en el ahorro y en la inversión de la economía mundial.

Una agenda beneficiosa se centraría en combinar el ajuste necesario al cambio económico (del cual el comercio representa una parte relativamente pequeña) con una mayor participación en las ganancias y con ayuda al ajuste.

También reconocería que el comercio ha sido uno de los motores del dinamismo económico. Lo que ha sido más preocupante con respecto al comercio es la desaceleración de su crecimiento. Eso, sugiere el Banco Mundial, puede ser una de las razones de la desaceleración de la productividad.

Entonces, ¿cómo debieran los socios comerciales responder a las demandas de Estados Unidos? Ellos tienen que aceptar la importancia de los desequilibrios macroeconómicos; tienen que hacer concesiones que aumenten el comercio, sin dañar la economía global; tienen que discutir el caso de la liberalización multilateral; tienen que hacer todo lo posible para proteger el principio de las reglas comerciales que unen tanto a los fuertes como a los débiles, pero por encima de todo tienen que ser pacientes.

Estados Unidos seguramente no será gobernado para siempre por aquellos que tienen tan poca comprensión de lo que está en juego.

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