Los responsables comunitarios fijaron el 31 de diciembre como fecha límite para sellar los de Japón, México y Mercosur. El primero se ha concretado. El segundo se cerrará probablemente en los próximos meses. El tercero tiene un futuro incierto.
Mercosur reúne todas las condiciones para comerciar sin trabas con Europa. Sus 260 millones de consumidores (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) convierten a este bloque en el quinto mercado más grande del mundo, según datos de la Comisión Europea.
Los vínculos culturales son estrechos y la asociación sureña nunca ha suscrito un acuerdo comercial con otro socio. Inaugurar esos intercambios favorables otorgaría una enorme ventaja a las empresas de la UE.
El diálogo, pese a todo, resulta tortuoso. Bruselas y el bloque del sur llevan casi 20 años —con sonoras interrupciones— discutiendo sobre cómo intercambiar bienes y servicios. El buen arranque de este último intento, iniciado en 2016, infundió esperanzas de lograrlo antes de concluir el año. Las partes pecaron de optimistas. No se concretó.
AVANCES
“Hemos avanzado, pero aún tenemos que hacer inventario. Vemos el final de este proceso”, expresó, a modo de esperanza, la Comisaria Europea de Comercio, Cecilia Malmström, a mediados de diciembre. Negociadores y políticos se reunieron esos días en Buenos Aires y la oportunidad de acuerdo parecía estar sobre la mesa. Como en tantas ocasiones, desde 1999, no se consiguió. Pese a todo, Bruselas insiste en que nunca han visto tan cerca la meta.
Las discrepancias son sensibles. Por el lado europeo, Francia e Irlanda presionan para limitar la cuota de exportaciones. El acuerdo no contempla el libre comercio absoluto, que es muy competitivo en los países del Mercosur.
Bajo la bandera de la Europa que protege, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha suscitado este debate en las reuniones de jefes de Estado y de Gobierno de la UE en dos ocasiones, desde que ganó las elecciones. Aunque finalmente no llegó a pedir una revisión del mandato de negociación, estos recelos franceses han pausado el proceso. Macron trata de presentarlo como un intento de acortar los excesos de la globalización, que tanto rentabilizó su rival Marine Le Pen, en Francia.
PRODUCTOS
Por el lado latinoamericano, las negociaciones se centran más en los servicios. Bruselas está dispuesta a aumentar la cuota de ganado vacuno del Mercosur, por encima de las 70.000 toneladas al año que incluyó en su última oferta, pero sólo a cambio de lo que más interesa a los países comunitarios: acceso a los servicios y a las contrataciones públicas en Latinoamérica. Hay más de 60.000 compañías que podrían beneficiarse de esa mayor apertura. Pero ahí es donde el Mercosur tiene dificultades para ceder.
La gran incógnita es si las diferencias podrán salvarse en los próximos meses. La Comisión Europea sabe que el margen para concluir el tratado es estrecho. Brasil celebra elecciones el año próximo y pronto no podrá comprometerse ya a nada. En la mente de los negociadores figura el mes de marzo, como línea roja imaginaria para este pacto. De momento, no hay rondas negociadoras entre la UE y el Mercosur en el calendario.
La UE defiende con ardor las bondades del comercio como generador de riqueza. El mensaje queda sintetizado en un dato: cada 1.000 millones de exportaciones permiten mantener 14.000 puestos de trabajo. Más allá de las implicaciones económicas, fracasar con Mercosur supondría volver a teñir el debate comercial de lecturas políticas.
Tras el abandono del ambicioso pacto con Estados Unidos —impracticable con Trump en el poder— y las enormes dificultades para sacar adelante el marco con Canadá, en algunos parlamentos de la UE y Mercosur se configura como el próximo reto del libre cambio en el viejo continente. (Tomado de El País, de España).