Aveces la bomba de tiempo a punto de explotar está en los rincones del sistema que parecen aburridos y seguros.
Hace una década, pasé una noche en vela preocupándome por un contenedor de basura español. ¿La razón? El jueves 9 de agosto de 2007 los mercados financieros repentinamente se congelaron.
Debido a que yo estaba a cargo del equipo de mercados del Financial Times, pasé dos días tratando frenéticamente de identificar la razón del pánico. Nadie la sabía, pero ese fin de semana me desperté de repente en medio de la noche con una imagen de un contenedor de basura español en mi mente.
Un mes antes había asistido a una conferencia crediticia en Barcelona, donde leí folletos sobre una entidad poco conocida, y supuestamente segura, conocida como "vehículo de inversión estructurado" o SIV, por sus siglas en inglés. El material me había parecido extremadamente aburrido. Por eso, en el camino de vuelta a casa, arrojé los papeles en un contenedor de basura del aeropuerto y los olvidé, pero, de alguna manera, mi subconsciente sabía que había cometido un error. Así es que me desperté y me metí en línea para descubrir lo que había dejado en ese contenedor.
Al amanecer, ya me había dado cuenta de que esos productos de inversión ampliamente ignorados eran los principales responsables del misterio del mercado: los detalles eran complejos, pero, esencialmente, estos SIV contenían tóxicas hipotecas y estaban plagados de peligrosos desequilibrios entre activos y pasivos que habían causado pánico entre los inversionistas.
Hay una lección en esta diminuta porción de mi historia personal, conforme contemplamos lo sucedido en el pasado en este décimo aniversario del drama para evaluar lo que pasó.
En algunas ocasiones, los choques del mercado ocurren porque los inversionistas han asumido apuestas obviamente arriesgadas; sólo basta con considerar la burbuja tecnológica de 2001, pero otras crisis no involucran fondos de cobertura de alto riesgo o productos que son evidentemente peligrosos. Más bien, existe una bomba de tiempo a punto de explotar oculta a plena vista, en los rincones del sistema financiero que parecen tan aburridos, tan seguros o tan técnicamente complejos que tendemos a no prestarles ninguna atención.
En la crisis del mercado bursátil de 1987, por ejemplo, la bomba de tiempo fue la proliferación de las llamadas “estrategias de aseguramiento de cartera”, un producto que se suponía fuera aburrido porque parecía proteger a los inversores contra las pérdidas. En el choque del mercado de los bonos de 1994, los choques fueron el resultado de los “swaps” en las tasas de interés, las cuales habían sido anteriormente ignoradas porque, en ese momento, se les consideraban “geeky”.
En 2007 no sólo fueron los SIV los que sirvieron de desencadenante. Otro problema lo representaron productos como las obligaciones colateralizadas por deuda (CDO, por sus siglas en inglés) o las permutas de incumplimiento crediticio (CDS, por sus siglas en inglés), las cuales también habían sido ignoradas.
La buena noticia actualmente es que no parece que el sistema financiero se esté enfrentando a una amenaza inminente de que otra “aburrida” bomba de tiempo cause estragos. Los bancos occidentales están bien capitalizados, los reguladores están alertas, la economía global está creciendo y los bancos centrales están proporcionando apoyo monetario.
La mala noticia es que precisamente porque el sistema se ha vuelto tan tranquilo y tan cargado de dinero, existe despreocupación; y no sólo sobre los peligros de las apuestas claramente arriesgadas (como, por ejemplo, los bonos argentinos), sino también sobre los peligros de los activos “seguros”.
Consideremos el mundo de los fondos de inversión cotizados (ETF, por sus siglas en inglés). Este sector recientemente se ha disparado en tamaño: con más de 4 billones de dólares en activos gestionados a nivel mundial y cerca de 3 billones de dólares en Estados Unidos, eclipsa a los fondos de cobertura. Los ETF no suelen atraer mucha atención, ya que el sector, una vez más, parece ser “geeky” y aburrido.
Sin embargo, acarrean profundas consecuencias: Marko Kolanovic, un estratega sénior de JPMorgan, estima que los inversionistas pasivos y cuantitativos actualmente representan alrededor del 60 por ciento de la industria de gestión de activos de capital estadounidense, un aumento frente a menos del 30 por ciento hace una década.
Esto está cambiando los flujos del mercado de maneras potencialmente impredecibles que los inversionistas y los reguladores no entienden completamente, y produciendo algunos productos esotéricos. Este año, por ejemplo, los inversionistas se han precipitado hacia un abstruso ETF de “VIX Inverso” (el VIX es el índice de volatilidad del mercado de opciones de Chicago) que se beneficia de la baja volatilidad. Este ETF actualmente ocupa el lugar 34 entre los títulos accionarios más negociados del mundo (intercambiando manos con más frecuencia que las acciones de Chevron o Pfizer) y ha producido casi un 100 por ciento de rendimiento este año. Parece haber distorsionado las medidas de volatilidad este año, creando una impresión de calma, pero esas negociaciones VIX pudieran desencadenar un efecto látigo si el sentimiento cambia.
Consideremos los bonos del Tesoro. La mayoría de los inversionistas suponen que estos bonos son el pilar de las finanzas modernas libres de riesgo, y que los rendimientos de los bonos del Estado se mantendrán bajos durante mucho tiempo, pero hace tan sólo unos días Alan Greenspan, el expresidente de la Reserva Federal, advirtió que los precios de los bonos “están en una burbuja” y que “cuando las tasas de interés reales a largo plazo se eleven, es probable que se eleven considerablemente rápido”.
De ser así, esto pudiera generar algunas inesperadas reacciones en cadena en las carteras de bonos y derivados de los inversionistas, los bancos y las compañías de seguros. Y si el Congreso estadounidense no logra elevar el techo de la deuda este otoño (primavera para el hemisferio sur), provocando un impago técnico en algunos bonos del Tesoro, también pudieran surgir más ciclos de retroalimentación.
No me malinterpreten. No estoy argumentando que tales choques sean inminentes o probables, pero el punto clave es éste: si queremos evitar una repetición de lo sucedido en 2007, debemos seguir cuestionando nuestras suposiciones y mirando con detenimiento las partes del sistema que parecen “aburridas” y “geeky”.
Nuestros contenedores mentales a veces pueden albergar bombas de tiempo; particularmente cuando los inversionistas están embriagados con un auge de los precios de los activos.