miércoles, 14 de junio de 2017

Wall Street sigue ignorando el riesgo “trumpiano”



Washington y Wall Street no pueden ambos estar en lo cierto. Por un lado, el futuro del orden internacional liberal pende de un hilo. Donald Trump es impredecible, con una baja aprobación récord en esta etapa de su presidencia al compararla con la de cualquier otra. Washington y el mundo están aterrados. Por otro lado, Wall Street sólo ve cielos azules por delante. Los índices bursátiles estadounidenses siguen alcanzando récords máximos.

El último pico se dio el viernes pasado, justo un día después de que Trump retirara a Estados Unidos del Acuerdo de París contra el cambio climático. El abismo entre los inversionistas y los políticos suele ser amplio. Pero esto está yendo demasiado lejos.

Hace unas semanas, las altas valoraciones de Wall Street tenían más sentido intuitivo. En aquel momento (antes de la decisión de Trump de despedir a James Comey, el director del FBI) los mercados estaban contando con una “trumpinflación”. Las perspectivas de un estímulo de recorte fiscal aún parecían razonables. Durante este último mes, sin embargo, las posibilidades de que alguna propuesta sea aprobada en el Capitolio estadounidense han disminuido y continúan deteriorándose. Se suponía que esta semana se lanzaría el programa de infraestructura de Trump, pero el plan que el Presidente está promocionando (que con 20 mil millones de dólares al año no se acerca remotamente al billón prometido) será ahogado por la audiencia ante el Congreso de Comey.

Sin embargo, los mercados de valores continúan sin dar importancia a los eventos recientes. Habiendo apostado en los aspectos positivos de Trump, Wall Street está ignorando las alarmas globales. ¿Cuál de ellos está en lo cierto?

En defensa de Wall Street, se necesita un cataclismo político para alterar los fundamentos a corto plazo de una economía. Incluso en tales casos, el impacto rara vez perdura. Durante las audiencias de juicio político de Bill Clinton en 1999, el Dow Jones continuó subiendo. Pillar a un presidente en una aventura sexual con una pasante de la Casa Blanca no fue rival para la revolución de Internet. La crisis del Watergate a principios de la década de 1970 fue sólo un débil contribuyente a la crisis petrolera que sacudió los mercados mundiales. Además, los mercados de valores de hoy tienen otras razones para sentirse optimistas. El crecimiento de la eurozona está finalmente aumentando. Las ganancias corporativas de Estados Unidos son sólidas. Las perspectivas para un retiro suave de la era del dinero fácil lucen bien en ambos lados del Atlántico.

Sin embargo, los mercados están ignorando los riesgos que Trump representa para el orden mundial. En contraste con los escándalos de los presidentes Nixon y Clinton, la amenaza planteada por Trump tiene poco que ver con su posible destitución. Si su campaña coludió con Rusia es un asunto secundario. Los riesgos se derivan de la hostilidad de Trump hacia el orden mundial que Estados Unidos construyó. Su imprevisibilidad empeora con el paso del tiempo. Sin poder contar con los bienes públicos mundiales que Estados Unidos ha suministrado durante los últimos 70 años, todo podría cambiar.

¿Qué sucedería si Trump saca a Estados Unidos de la Organización Mundial del Comercio (OMC)? ¿Cómo reaccionaría Trump si Rusia decidiera incursionar en uno de los países bálticos? ¿Y qué pasaría en caso de un choque en el Mar de China Meridional?

Cada uno de estos "espectros" puede ser poco probable. Ninguno es extravagante. Sin embargo, para los mercados es difícil establecer precios que reflejen el creciente riesgo de que uno aparezca durante el mandato de Trump. Si el mundo de hecho se encuentra ante un momento potencial como el de 1914, cuando el antiguo orden pudiera repentinamente desintegrarse, es difícil comprender cómo los inversores se asegurarían contra él. “¿Cómo te proteges contra el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria?”, preguntó Douglas Rediker, un exdirector estadounidense del Fondo Monetario Internacional (FMI). “Una cosa es establecer un precio del riesgo geopolítico, pero es totalmente diferente poner valor a la incertidumbre radical”. El peligro es que Trump convierta la incertidumbre radical en riesgos específicos a medida que pase el tiempo. El riesgo más grande es la amenaza a la estabilidad transatlántica. La brecha entre Trump y la canciller alemana Angela Merkel es probable que aumente. Merkel necesita ser reelegida y Trump está resentido por los sermones europeos. El resultado es una Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debilitada. La tentación de Vladímir Putin de poner a prueba la determinación de la OTAN es mayor que nunca. El presidente Xi Jinping de China quiere mantener las cosas estables hasta que se haya asegurado otros cinco años como presidente en septiembre. Después de eso, China será más libre de poner a prueba la determinación de Estados Unidos en su "vecindario".

Además está Medio Oriente. Trump, al parecer, apoya la ruptura de los vínculos con Qatar liderada por Arabia Saudita, aunque Doha acoge a miles de soldados estadounidenses.

¿Quién se atreve a predecir adónde conducirá eso? Ésa es también la pregunta más amplia. Después de haber sostenido la estabilidad global durante décadas, Estados Unidos bajo el mandato de Trump se está convirtiendo en un generador neto de inestabilidad. ¿Cómo te proteges de un Estados Unidos impredecible? Tradicionalmente, el mejor indicador de riesgo geopolítico es el precio del petróleo. En este momento los precios del petróleo son bajos. Sin embargo, adoptar una posición a largo plazo basándose en el petróleo parece ser una débil protección contra el incalculable riesgo que plantea el Sr. Trump.

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