lunes, 9 de octubre de 2017

El fin del excepcionalismo alemán



Durante el último año, mientras el huracán del populismo político sacudía Occidente, Alemania permaneció como una isla de calma. Estados Unidos eligió a Donald Trump; Reino Unido se abalanzó hacia el Brexit; François Hollande era tan impopular que ni se postuló para la reelección en Francia. Por el contrario, Angela Merkel, serenamente, se presentó para un cuarto mandato como canciller de Alemania. Entre las grandes naciones occidentales, sólo Alemania parecía tener un liderazgo fuerte y estable.

Las elecciones de este fin de semana aseguran efectivamente a Merkel otro mandato. La otra noticia, menos reconfortante, es que Alemania ha perdido su inmunidad contra el iracundo populismo. Eso tiene graves implicaciones para la capacidad de la Canciller alemana de desempeñar el rol de "líder del mundo occidental", un cargo que muchos le otorgaron tras la elección de Trump.

La gran noticia de la elección alemana es claramente el ascenso de la derecha nacionalista, que a través de Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), obtuvo más del 13 por ciento de los votos, convirtiéndose en el tercer bloque más grande del parlamento con más de 90 diputados. Sigmar Gabriel, ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, ha argumentado que con el partido AfD en el Parlamento "habrá verdaderos nazis en el Reichstag alemán por primera vez desde el final de la segunda guerra mundial". La mayoría de los analistas no van tan lejos, pero otros políticos de extrema derecha en Europa ciertamente consideran a AfD como un partido hermano. Marine Le Pen, líder del Frente Nacional de Francia, se apresuró a felicitar al partido alemán por su éxito electoral.

El surgimiento de la AfD es parte de una mayor contracción del centro político. Los principales partidos centristas (los partidarios demócrata-cristianos de la Canciller y los socialdemócratas de centro-izquierda) obtuvieron los peores resultados desde 1949. El partido de extrema izquierda, Die Linke, obtuvo un poco más del 9 por ciento de los votos, por lo que más de uno de cada cinco alemanes votaron por partidos populistas y antisistema.

Ese nivel de apoyo populista sigue siendo inferior a la proporción sustancial de votantes (cerca del 50 por ciento en cada caso) que eligió a Trump, optó por el Brexit y apoyó a candidatos de extrema derecha o de extrema izquierda en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, pero la fuerte demostración de los populistas, y en particular la AfD, pone fin a la esperanza de que, dada su historia, Alemania es inmune al extremismo. Por el contrario, muchos analistas alemanes fueron sacudidos por la subyacente corriente de furia antisistema revelada por la campaña electoral. En muchos de sus mítines, los discursos de Merkel fueron ahogados por zumbidos y silbidos, algo nuevo en la política alemana.

Con el paso del tiempo, la AfD se ha vuelto cada vez más radical. El grupo surgió originalmente como un "partido de profesores" de intelectuales conservadores enojados por la participación de Alemania en rescates de la eurozona. Pero la crisis de refugiados de 2015, en la que más de un millón de solicitantes de asilo, en su mayoría musulmanes, entraron en Alemania dio a la AfD la oportunidad de replantearse como un partido antiinmigración.

Más recientemente, la AfD comenzó a jugar con el material más incendiario de la política alemana: la historia nazi del país. Alexander Gauland, colíder del partido, ha dicho que los alemanes tienen el derecho de estar orgullosos de sus soldados en ambas guerras mundiales. En correos electrónicos filtrados, Alice Weidel, la otra candidata principal de la AfD, llamó al Gobierno alemán "títere de los poderes victoriosos de la segunda guerra mundial".

La presencia de un partido nacionalista de derecha en el Bundestag cambiará el tono de la política alemana. También podría complicar la forma en que Alemania interactúa con el resto de Europa, presionando al Gobierno a tomar posturas más nacionalistas.

Alemania ya tiene relaciones muy difíciles con Turquía y Polonia. Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, ha acusado al Gobierno alemán de "prácticas nazis" por bloquear las manifestaciones políticas turcas en suelo alemán. El Ministro de Relaciones Exteriores de Polonia ha sugerido que Alemania debe pagar a su país hasta un billón de dólares en reparaciones por la segunda guerra mundial. Hacer oídos sordos a los insultos del extranjero se hará más difícil con un bloque nacionalista en el parlamento exigiendo que el Gobierno defienda Alemania. Esto también plantea el peligro de que las relaciones entre las naciones europeas adquieran un tono cada vez más áspero.

Las esperanzas de una integración europea más profunda para contrarrestar la marea nacionalista y mejorar el funcionamiento de la UE también pueden quedar suspendidas. El Gobierno francés esperaba que, tras su reelección, Merkel tomaría pasos más audaces hacia la integración de la eurozona. El nuevo panorama político en Alemania hará más difícil que Merkel pueda responder positivamente a las propuestas francesas.

El aumento del populismo resalta el hecho de que muchos trabajadores alemanes sienten que sus niveles de vida han sido afectados, lo que hace más difícil defender el caso por la generosidad hacia el sur de Europa. La necesidad de incorporar a los Free Democrats (FDP) en una nueva coalición gobernante también hará que las concesiones a Francia sean difíciles. El FDP, que alguna vez fue campeón de la integración europea, es ahora un partido fuertemente euroescéptico.

Un cuarto mandato es un triunfo personal para Merkel, pero ha pagado un precio caro por sus políticas sobre refugiados y el euro. Alemania ahora se parece más a un país occidental "normal". Y eso, irónicamente, no es una razón para celebrar.

Grandes esperanzas de inversiones en Brasil probablemente seguirán siendo un sueño



Las acciones brasileñas han tenido una excelente racha este año. El índice Bovespa subió un 22 por ciento en términos de moneda local, con un 4,5 por ciento adicional para los inversionistas extranjeros gracias al avance del real frente al dólar estadounidense.

Difícilmente se pensaría que éste es un país sumergido en una crisis. Y sin embargo lo es. Hace dos semanas, los fiscales acusaron al presidente Michel Temer de dirigir una "organización criminal". Profundamente impopular, con un índice de aprobación de sólo 5 por ciento, él corre el riesgo de convertirse en el segundo presidente en dos años en ser engullido por un escándalo de corrupción que ya ha destruido la reputación de algunos de los más grandes nombres de los negocios y de la política brasileños.

Incluso si Temer sobrevive (no cabe duda de su tenacidad) su mandato termina a finales del próximo año. Si las encuestas de opinión están en lo cierto, su sucesor más probable, Jair Bolsonaro, es un populista de extrema derecha que cree que la Policía en las calles debiera tener licencia para matar. Las perspectivas de una reforma liberal y favorable al crecimiento son desalentadoras.

Sin embargo, los inversionistas están fijando precios para un escenario perfecto. ¿Por qué? Es fácil acusarlos de tener un ciego optimismo. Las acciones brasileñas han estado aumentando desde enero de 2016, cuando comenzó a parecer probable la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff, la cual sucedió en agosto.

Acusada de manipular la contabilidad pública, su verdadero crimen fue destrozar la economía. A pesar de que el producto interno bruto (PIB) se contrajo en un 3,6 por ciento el año pasado después de una contracción del 3,8 por ciento el año anterior, los inversionistas mantuvieron la fe, creyendo que su reemplazo (cualquier reemplazo) representaría una mejora del intervencionismo estatista de Rousseff.

También existen causas más firmes para el optimismo. No es sólo que la economía vuelve a crecer este año. A pesar de la crisis política que lo ha rodeado, Temer y su administración han continuado con su labor.

A continuación el caso para el optimismo. En primer lugar, Temer reunió un equipo ideal de reformadores promercado, entre ellos Henrique Meirelles en el Ministerio de Hacienda, Ilan Goldfajn en el banco central y Pedro Parente en Petrobras, la compañía petrolera plagada de escándalos.

Luego, ellos comenzaron a trabajar en reformas. En primer lugar de importancia se encontraba un límite al gasto público destinado a estabilizar las cuentas públicas. La gobernanza de las empresas estatales ha mejorado, en particular en Petrobras, la cual ahora ajusta los precios en consonancia con los mercados y no con la política gubernamental. Las leyes laborales se han simplificado. Está en progreso una reforma del sistema público de pensiones inasequible e injusto porque beneficia al sector público a expensas del privado.

Parte de estos logros ha sido ahogada por el ‘ruido’ de la política. Esto es particularmente cierto en el caso de una histórica reforma aprobada este mes, la cual promete poner fin a los préstamos subsidiados que cuestan a los contribuyentes decenas de miles de millones de reales brasileños cada año y que, según sostienen numerosos economistas, han impedido el desarrollo de los mercados crediticios en Brasil y han frenado la inversión y el crecimiento durante décadas.

Los beneficios potenciales de esta sola reforma son tales que es probable que incluso los inversionistas más optimistas hayan fracasado en comprenderlos.

Desafortunadamente, sin embargo, su optimismo en otras áreas parece exagerado.

El caso para el pesimismo es simple. El trabajo de este gobierno, en pocas palabras, era lograr un ajuste fiscal que pusiera las cuentas públicas de nuevo en un balance positivo. Hasta ahora ha fracasado, y muestra escasas señales de poder tener éxito.

A pesar del límite del gasto público, el gasto no se ha reducido. El Gobierno está en camino de entregar un déficit presupuestario primario (antes de los pagos de la deuda) equivalente al 2,7 por ciento del PIB este año. Sólo para cuadrar las cuentas, se necesita un superávit primario del 3 al 3,5 por ciento del PIB.

Su trabajo es, entonces, lograr un ajuste fiscal equivalente a cerca del 6 por ciento del PIB. Nada de lo que ha hecho se le acerca, y no hay nada en proceso que lo vaya a lograr.

La reforma del sistema de pensiones del Gobierno pudiera haber sido presentada como una cuestión de justicia social, pero, en cambio, se ha percibido como una carga adicional para una población ya gravada en exceso. En consecuencia, la reforma se ha diluido y se sumará al déficit fiscal durante los próximos años.

Alrededor del 85 por ciento del gasto público está fijado por la Constitución. La inversión ya ha sido cortada al máximo. Incluso el rápido crecimiento económico no resultará en más gasto, debido al límite.

Sólo abordando la Constitución podrán los políticos lidiar con el desafío fiscal. Nadie está prometiendo eso.

La perfección para la que los inversionistas han fijado precios es muy probable que continúe siendo un sueño.

martes, 3 de octubre de 2017

Dos décadas de diálogo Mercosur y Unión Europea retoman negociaciones con fuerte hermetismo

Negociadores de la Unión Europea (UE) y el Mercosur iniciaron ayer en Brasilia una nueva ronda de discusiones en torno al acuerdo comercial que ambos bloques persiguen desde hace casi dos décadas y pretenden concretar antes de fin de año.

Las reuniones, según dijeron fuentes oficiales, serán bajo un absoluto hermetismo, a puerta cerrada, y darán continuidad a los contactos retomados en el último año y medio, tras superarse uno de los tantos momentos de estancamiento que ha tenido el proceso.

Las mismas fuentes explicaron que en este tramo de la negociación deberán ser abordadas las serias diferencias que existen con relación al sector agrícola, al que tanto el Mercosur como la UE atribuyen buena parte de las dificultades para alcanzar un acuerdo definitivo.

APERTURA

Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay exigen al bloque europeo una mayor apertura para sus productos agrícolas, pero un grupo de países encabezado por Francia, Irlanda y Bélgica preferiría dejar la discusión de ese espinoso asunto para una próxima reunión.

En esta nueva ronda de discusiones, la intención del Mercosur es que, por lo menos, sea abordado en Brasilia lo relativo al acceso al mercado europeo de las carnes y los biocombustibles, como el etanol, que los países suramericanos consideran fundamental para dar un paso adelante en las negociaciones.

CARNE VACUNA

Según indicaron fuentes comunitarias en Brasilia, los países de la UE barajan la posibilidad de ofrecer una cuota anual de 70.000 toneladas para la carne vacuna del Mercosur, que por su parte habría demandado un mínimo cercano a 300.000 toneladas, equivalente a casi el 3 % del mercado cárnico europeo.

En la última rueda de contactos, celebrada en septiembre pasado en Bruselas, Brasil, que ejerce la presidencia semestral del bloque suramericano, advirtió sobre la necesidad de discutir lo relativo al sector agrícola y, en especial, los apartados de carnes y etanol.

Brasil, como el resto de los países del Mercosur, ya ha dicho que “comprende” el carácter “sensible” del mercado agrícola para muchos de los países de la UE, pero también ha subrayado que sin un acuerdo “satisfactorio” en ese apartado será “muy difícil” llegar a concluir las negociaciones.

PROTECCIONISMO

Al margen de los problemas que existen en las discusiones, ambos bloques han ratificado una y otra vez su “firme voluntad política” para llevar a buen término las discusiones, sobre todo frente a las políticas proteccionistas adoptadas por Estados Unidos desde la llegada al poder del presidente Donald Trump.

De hecho, tanto el Mercosur como la UE se han trazado la meta de anunciar la conclusión del acuerdo, o al menos un mínimo consenso, en la reunión ministerial que la Organización Mundial del Comercio (OMC) tendrá en diciembre próximo en Buenos Aires. DW con información de EFE.